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26 de octubre de 2012

“Sé Tú mismo, Sé espontáneo”



Sé Espontáneo
Cuando; estás siempre actuando, por medio del pasado. Actúas basándote en la experiencia que has acumulado; y en conclusiones, a las que llegaste en el pasado, entonces ¿cómo puedes ser espontáneo

El pasado domina; y por culpa del pasado, ni siquiera puedes ver el presente. Tus ojos están tan llenos de pasado; y el humo del pasado es tan abundante, que resulta imposible ver nada. ¡No puedes ver! Estás casi completamente ciego. Ciego a causa del humo, ciego a causa de las conclusiones del pasado, ciego a causa de lo que sabes. La persona con conocimientos, es el más ciego del mundo. Como funciona basándose en sus conocimientos, no ve cuál es la situación. Simplemente, sigue funcionando mecánicamente. Ha aprendido algo; y ése algo se ha convertido en un mecanismo incorporado, y se actúa basándose en ello. Hay una historia famosa: Había en Japón dos templos, el uno enemigo del otro; como ha sucedido siempre, con los templos en todas las épocas. Los sacerdotes estaban tan enemistados, que ya ni se miraban uno a otro. Si se encontraban por la calle, desviaban la mirada. 

Si se encontraban por la calle, dejaban de hablar. Durante siglos, estos dos templos y sus sacerdotes no se habían hablado. Pero los dos sacerdotes tenían dos chicos que les servían; y les hacían, los recados. Los dos sacerdotes temían que los dos chicos; niños al fin y al cabo, pudieran hacerse amigos. Uno de los sacerdotes le dijo a su chico: -Recuerda, el otro templo es nuestro enemigo. No hables nunca con el chico del otro templo. Son gente peligrosa. Evítalos como se evitan las enfermedades. ¡Evítalos como si fueran la peste! El chico se sintió interesado, porque le aburría escuchar grandes sermones. No los entendía. Se leían extrañas escrituras; y él no era capaz ni de entender el lenguaje, se discutían grandes y definitivos problemas. No había nadie con quien jugar; ni siquiera, había con quién hablar. Y cuando le dijeron: «No hables con el chico del otro templo», surgió la gran tentación. Así es como surge la tentación. Aquel día, no pudo evitar hablar con el otro chico. 

Y cuando se lo encontró en el camino, le preguntó: ¿Adónde vas? El otro chico era un poco filósofo; a base de escuchar alta filosofía, se había vuelto filósofo. Así que respondió: ¿Ir? Nadie va y nadie viene. Es algo que ocurre. Voy donde el viento me lleve. Había oído a su maestro decir muchas veces; qué así es como vive un Buda, como una hoja muerta que va donde el viento la lleve. Así que continuó: -Yo no existo.. Si no hay quien vaya, ¿cómo voy a ir? ¿De qué tonterías hablas? Soy una hoja muerta. Voy donde el viento me lleve. 

El otro chico se quedó estupefacto. No pudo ni responder. No se le ocurría qué decir. Se sintió verdaderamente embarazado, avergonzado y pensó: «Mi maestro tiene razón al no hablarse con esta gente. Sí que son gente peligrosa. ¿Qué manera de hablar es ese? Le he hecho una pregunta simple, "¿Adónde vas?" De hecho, yo ya sabía adónde iba, porque los dos vamos a comprar verduras en el mercado. Una respuesta simple habría bastado.» Al regresar, le dijo a su maestro: -Lo Siento, perdóname. Me lo habías prohibido, pero no te hice caso. De hecho, me sentí tentado a causa de tu prohibición. 

Es la primera vez que hablo con esa gente tan peligrosa. Le hice una pregunta bien simple, «Adónde vas?», y él empezó a decir cosas raras: «No hay ir, no hay venir. ¿Quién viene? ¿Quién va? Soy un vacío total, una hoja muerta al viento. E iré, donde el viento me lleve...»
-¡Te lo advertí! -dijo el maestro-. Mañana, espérale en el mismo sitio; y cuando pase, pregúntale otra vez: «¿Adónde vas?», y cuando empiece a decir esas cosas, tú dile simplemente: «Es verdad. Eres una hoja muerta, y yo también. Pero cuando el viento no sopla, ¿adónde vas? ¿Adónde puedes ir entonces?» Dile eso y le avergonzarás; tiene que avergonzarse y debe quedar derrotado. Hemos estado disputando desde siempre, y esa gente nunca ha podido derrotamos en ningún debate. 

Mañana, haz lo que te digo. El chico se levantó temprano, preparó su respuesta y la repitió muchas veces antes de salir. Después se apostó en el sitio por donde el otro chico cruzaba el camino y siguió repitiéndolo una y otra vez, preparándose: Y cuando vio venir al chico, se dijo «Ahora va a ver». El otro chico llegó, y él preguntó: «¿Adónde vas?», y aguardó su oportunidad. Pero el otro chico le respondió: -Adonde me lleven las piernas. Ni una palabra sobre el viento, ni sobre la nada, ni sobre si existía o no... ¿Qué hacer ahora? Toda la respuesta que traía preparada le parecía absurda. Ahora parecía una tontería hablar del viento. Otra vez quedó abatido; verdaderamente avergonzado de su estupidez, pensando: «Desde luego, este chico se sabe unas cosas bien raras. Ahora me dice que adonde le lleven las piernas...» 

Volvió con su maestro, y el maestro dijo: -¡Te había dicho que no hablaras con esa gente! Son peligrosos, lo sabemos desde hace siglos. Pero ahora hay que hacer algo. Mañana, vuelve a preguntarle adónde va, y cuando te diga: “A donde me lleven mis piernas”, tú dile: «¿Y si no tuvieras piernas?» De un modo o de otro, hay que callarle la boca. Y así, al día siguiente; el chico le preguntó al otro: «¿Adónde vas?» y aguardó la respuesta. Y el otro chico dijo: -Voy al mercado, a comprar verduras.
Normalmente, la humanidad funciona basándose en el pasado; y la vida sigue, cambiando. La vida no tiene ninguna obligación de ajustarse a tus conclusiones. Por eso, la vida es tan desconcertante, para la persona con conocimientos. Esa persona tiene preparadas todas las respuestas, se sabe el Bhagavad Gita, el Corán, la Biblia, los Vedas. Se lo ha aprendido todo, conoce todas las respuestas. Pero la vida, nunca plantea otra vez las mismas preguntas; por eso, la persona con conocimientos se queda corta.


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