Es una ley mental inquebrantable que uno tiene que perdonar a otros si quiere superar las dificultades y lograr un verdadero progreso espiritual.
Quizás la impotencia vital del perdón no sea obvia a primera vista, pero puede estar seguro de que no es simple coincidencia que todo gran maestro espiritual , comenzando por Jesucristo, haya insistido tan enérgicamente en el perdón.
Debe perdonar las injurias, pero no sólo de palabra, o como una cuestión formal, sino sinceramente, de corazón ,así es. Usted no perdona por el bien de otra persona, sino por su propio bien. Para esa persona el perdón no significará gran cosa, ( a menos que fije una serie de valores a partir del perdón) pero para usted tendrá una gran significación .
El resentimiento, la condena, la ira, el deseo de ver a alguien castigado, son cosas que corrompen su alma, por muy astutamente que usted disimule esos sentimientos. Como esas cosas tienen un contenido emocional, más vigoroso de lo que cualquiera sospecharía, le afianzan sus problemas, los remachan. Lo encadenan a muchos otros problemas que en realidad no tienen nada que ver con los agravios originales.
Perdonar no significa que usted debe simpatizar con el delincuente o que quiere conocerlo, sino que usted debe desearle el bien. Usted, por supuesto, no debe convertirse en una alfombra que todo el mundo pisa.
Usted, por supuesto, no debe permitir imposiciones o maltratos. Debe librar sus propias batallas, y librarlas con oraciones, justicia y buena voluntad. No importa que usted pueda olvidar la injuria o no, aunque si usted deja de pensar en ella probablemente la olvide, pero debe perdonar.
Emmet Fox