Hoy disfruto del sol que llega a mi ventana, y
también del calor que nos entrega aunque creo que pronto será tiempo de
conseguir un ventilador acá en Santiago.
Hace unos pocos días me topé en internet con algo
que al principio me intranquilizó, pero después pude ver que en realidad servía
como un llamado de atención al mundo porque ante todo mostraba que somos
nosotros mismos los que nos encerramos, porque nos atraparnos en estereotipos y
formas de pensar que impiden nuestro crecimiento y desarrollo como humanos y
como alma.
Lo que encontré fue un blog de una
persona que dejó una carta de despedida que fue publicada de forma automática
luego de quitarse le vida. Me llamó la atención que era una carta gentil y con
bastante paz en sus palabras, excepto por una idea: Él decía tener “la mente
rota” y no poder seguir viviendo con esa mente así.
Las primeras preguntas que me hice fueron: ¿Qué
es una “mente rota”? ¿Puede una mente estar rota? Y las segundas: ¿Cómo puede
alguien convencerse de tener la “mente rota”?, ¿Cómo alguien que tiene un
doctorado puede considerar que tiene una “mente rota”?
La mente es una parte poderosísima de
nosotros. Gracias a ella es que tenemos las casas que tenemos, los edificios,
los autos, la tecnología, la medicina capaz de trasplantar un órgano si lo
necesitamos y también un medio de comunicación como este, pero como
toda herramienta es el ser humano el que hace uso de ella de manera sana o
insana, allí es donde cobra sentido la idea que alguien puede llegar a tener de
una “mente rota”.
Como sociedad desde niños no nos enseñan a usar
la mente como herramienta, sino que nos dicen que se usa de una forma y de una
sola forma, y entonces cualquier otra manera debe de estar mal. En resumen no
nos enseñan a pensar, sino que nos enseñan a qué pensar, y esa es la barrera más
grande que tenemos hoy como seres humanos.
Nos enseñan que la forma de vivir la vida es una
sola y que es como una colección de cosas que debemos completar para que algún
día, cuando lo logremos, lleguemos a poder ser felices.
Y así pasamos en un juego esperando terminar el
colegio, para luego ir a la universidad, casarnos, tener hijos, ir a trabajar,
comprarnos un auto, el ascenso en el trabajo, el postgrado, y así eternamente,
postergando la vida.
Nos dicen que si salimos de ese juego en
el que nos metemos sin darnos cuenta desde pequeños vamos a sufrir, incluso los
amigos nos dicen que no vamos a poder lograrlo e intentan detenernos por nuestro
bien, pero la verdad es que sufrimos mucho más por no ser quien
realmente somos.
Entonces nos sentimos llenos de inseguridades y
buscamos distintas maneras de complacer a otras personas, más adecuadas en el
juego para sentirnos bien, para que algún día llegue el momento de disfrutar de
la vida, pero si no lo logramos y quedamos atascados en un círculo vicioso un
“loop” donde vivimos en constante inseguridad.
El desafío es que necesitamos de esa seguridad
personal para poder llegar a ser nosotros mismos y desarrollar nuestro don en la
sociedad, lo que realmente sentimos que puede ser nuestro aporte al mundo, y
solo cada uno puede entregarse a sí mismo ese permiso, esa seguridad. Nadie lo
puede hacer por ti.
Este es el llamado de atención al mundo que veo
en la carta de ese anónimo: sé quién eres, date el tiempo para conocerte de
forma más profunda y haz algo al respecto; no dejes que te convenzan que tus
ideas son menos, y tampoco que tus acciones no cuentan, porque cada una
de ellas puede hacer un mundo de diferencia.
Vive Tu Vida!
Autor: Pablo Morano
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